Gracias por tanto, Madre Esperanza.
Por tu labor social en una época difícil.
Por tu promoción de la mujer.
Por tu interés por la Educación con mayúsculas.
Por nuestras religiosas.
Por nuestros docentes.
Por nuestros alumnos y sus familias.
Y, sobre todo, por mostrarnos que el Corazón de María siempre está abierto a todos nosotros y que La Madre siempre está presente en nuestras vidas.
Felices 200 años como modelo para todos nosotros.